viernes, 10 de diciembre de 2010

Origenes y fuentes filosoficas

Desde la Antigüedad, distintas corrientes filosóficas favorecieron la existencia de escuelas, grupos y filiaciones basadas en el rito y la transmisión gradual de los conocimientos. Algunas de estas escuelas predicaban la igualdad entre sus miembros y constituían espacios de libre reflexión con relación al mundo circundante.

A lo largo del período medieval, algunas tendencias del cristianismo, tanto en el mundo monástico como a través del resurgimiento cíclico de tendencias "heréticas", profundizan en el deseo evangélico de justicia social e igualdad, la afirmación de la primacía del Amor, la negación de la violencia y la búsqueda de Conocimiento - incluso utilizando para ello la racionalidad y el libre albedrío -.

La francmasonería va, más o menos conscientemente, a asumir esta herencia y a unirla a la dinámica humanista del Renacimiento y a las importantes evoluciones filosóficas de los siglos XVII y XVIII. Sobre estas transmisiones capilares y esta elaboración, añadirá con el tiempo elementos extraídos del imaginario caballeresco, tal como existían en Francia al final del Antiguo Régimen.

Serán sin embargo las sociedades de constructores de la Edad Media las que proporcionarán a la francmasonería un marco y un modelo. Estas estructuras medievales perpetuaban entonces una cultura milenaria que se manifestaba en métodos de organización y transmisión del Oficio, en la importancia otorgada a la solidaridad interna, en señales y ceremonias específicas de admisión y reconocimiento.
La francmasonería especulativa conserva y adapta una parte de las prácticas corporativas, como los elementos de la indumentaria, las representaciones emblemáticas, los términos del vocabulario y algunas bases rituales. Pero será más concretamente en el siglo XVIII y en las Islas Británicas que se crean Logias de un nuevo tipo.

La fórmula inglesa que se impone a principios del siglo XVIII, se separa completamente de sus orígenes operativos, aunque emula sus formas para basar su legitimidad en la antigüedad. Esta fórmula se impone con la reunión de cuatro Logias londinenses en 1717, que crean la primera obediencia, y la publicación de las Constituciones de Anderson en 1723, actos fundacionales de la francmasonería moderna.

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